2 ago 2011

Impresionante descripción

“...Hola Cándida -dije yo, pues así se llamaba mi hermana, que no otra era la mujer a quien me había dirigido-, tiempo sin verte- y al decir esto tuve que forzar una sonrisa dolorosa, porque la visión de los estragos que los años y la vida habían hecho en su rostro me hizo brotar lágrimas de compasión. Alguien, Dios sabe con qué fin, le había dicho a mi hermana, siendo ella adolescente, que se parecía a Juanita Reina. Ella, pobre lo había creído y todavía ahora, treinta años más tarde seguía viviendo aferrada a esa ilusión. Pero no era cierto, Juanita Reina, si la memoria no me engaña, era una mujer guapetona, de castiza estampa, cualidades estas que mi hermana, lo digo con desapasionamiento, no poseía. Tenía por el contrario, la frente convexa y abollada, los ojos muy chicos, con tendencia al estrabismo cuando algo la preocupaba, la nariz chata, porcina, la boca errática, ladeada, los dientes irregulares, prominentes y amarillos. De su cuerpo ni que hablar tiene: Siempre se había resentido de un parto, el que la trajo al mundo, precipitado y chapucero, acaecido en la trastienda de la ferretería donde mi madre trataba desesperadamente de abortarla y de resultas del cual le había salido el cuerpo trapezoidal, desmedido en relación con las patas, cortas y arqueadas, lo que le daba un cierto aire de enano crecido, como bien la definió, con insensibilidad de artista, el fotógrafo que se negó a retratarla el día de su primera comunión so pretexto de que desacreditaría su lente-. Estás más joven y guapa que nunca...”

Texto extraído de la novela El misterio de la cripta embrujada de Eduardo Mendoza.

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